“No voy borracho; voy achispado”
Esta es una expresión muy manida y repetida en numerosas ocasiones cuando se sale a tomar unas copas. En ocasiones es real y en otras la decimos demasiado tarde, es decir cuando ya estamos en un estado de embriaguez.
En la actualidad mucha gente practica el afterwork, o lo que nuestro país se ha llamado, de toda la vida, tomar unas cañas después del trabajo. Una costumbre muy habitual, pero que no debemos menospreciar. “Es el llamado consumo social”, explica Bernardo Ruiz, psicólogo clínico. “Hay que saber el límite y aplicarlo. Achisparse a la tercera o cuarta caña es una señal de alerta. Es el momento de no seguir bebiendo. Hay que tomarlo como un indicador, como un punto de inflexión que diferencia la persona que tiende a tener adicción de quien no la tiene. Una señal de prudencia”.
Gurucharri, presidente de la Unión Española de Catadores, abunda en esto desde su experiencia profesional: “Cuando hacemos catas, el alcohol va colmatando nuestros sentidos, como cualquier alimento, pero también el raciocinio. Eso te impide disfrutar al 100% de lo que estás bebiendo. Por eso no hay que dejar que el alcohol te lleve a este punto, porque a partir de ahí dará exactamente igual lo que tomes”.
Ruiz advierte: “Que una persona tenga capacidad de beber más antes de llegar a emborracharse no es una buena señal, más bien todo lo contrario. Tener aguante, a diferencia de lo que muchos piensan, no significa que uno está en forma, sino que suele beber demasiado y ha habituado su cuerpo a esas cantidades. Pierdes la señal de alerta, eso es todo, pero el alcohol sigue dañando tu cuerpo”.
Fuentes de referencia: Artículo publicado en la revista Icon de El País.